Oscar Andrés Sánchez A.
Reseña
Publicado en De la Urbe Digital
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“La crónica y el reportaje, géneros mayores del periodismo, aparecen como un mecanismo narrativo válido en estos casos, apoyados en las metodologías de investigación de los mismos, con el esfuerzo de elementos teóricos, para tratar de desentrañar realidades no visibles en los medios masivos y para escuchar una multitud de voces que se cruzan en el ciudad”. José Navia.
Historias Nuevas Para La Ropa Vieja de José Navia es un texto periodístico que consta de 133 páginas y fue publicado por la editorial de la Universidad de Antioquia en el 2001 y galardonada con el Premio Nacional de Reportaje y Crónica Periodística otorgado por la misma Universidad en el 2000. José Navia nació en Popayán en 1959. Estudio comunicación social y periodismo en la Universidad Los Libertadores, de Bogotá y se especializó en periodismo urbano en UPB. Es en la actualidad cronista del tiempo. En 1992 y 1996 ganó el Premio Nacional de Periodismo del CPB y en 1996 el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí. Es también autor de El lado oscuro de las ciudades y Confesiones de un delincuente.
Carecer de noticias o historias a la hora de escribir, es una de las grandes encrucijadas a las que se enfrentan a diario quienes han optado por el oficio más apasionante del mundo, como diría Camus. El cronista no ha sido incólume a este síntoma que ataca las entrañas del periodismo. A veces, el tema para una buena crónica parece extraviarse: las fuentes no aportan nada interesante y al parecer, los medios no han registrado algo que sea digno de una buena crónica. El periodista que está en semejante situación se aparta por un momento los ojos de su monitor y observa por la ventana de su oficina el trajín de la ciudad y recuerda que algún día, un avezado profesor le hablo del olfato periodístico y decide salir a la calle en busca de algo nuevo; y luego de un proceso de observación y reportería, encuentra lo que no estaba buscando, pero que necesitaba.
Lo anterior no fue precisamente la historia de José Navia, pero si la de muchos periodistas perteneciente a medios o independientes, incluso de quienes nos encontramos aún en la academia. Muchos creen aún que las historias con valor periodístico son sólo aquellas rodeadas de sangre, muerte y violencia, olvidando las historias urbanas que se encuentran en las actividades y acciones que realizan los diversos ciudadanos. Voces comunes que como no aparecen, siguiendo el criterio de Hanna Arendt en su obra La condición humana, es como si no existieran, como si fueran ajenos a la realidad; ya que en la cultura “massmediatizada” como la llama Vattimo, la realidad está determinada por la acción de los medios. Lo que aparece en ellos es lo que existe y acontece.
Las historias en el periodismo se encuentran al lado del periodista que a veces desesperado busca algo que contar. Olvida que hay historias de vida en la esquina de su barrio, en la tienda, por la vía, en sitios públicos; incluso en su misma casa. Historias nuevas para la ropa vieja de Navia es la prueba de ello. El autor reconoce aplicar lo que los etnógrafos llaman “una mirada profunda” sobre un fenómeno aparentemente superficial y frívolo que gira en torno a “las decisiones que los clientes de la ropa usada toman es su esfera privada y sus actuaciones en el terreno de lo público”. Es esto lo que da origen a historias nuevas, originales, que giran en torno al mercado de la ropa usada en dos grandes barrios bogotanos. Historias que probablemente un periodista de un medio, por la premura del tiempo, por el criterio de noticiabilidad, jamás hubiera llegado a vislumbrar.
Las 11 crónicas que componen la investigación de Navia recogen las voces de quienes se mueven en el “clandestino” mundo de la compra venta de la ropa usada y las diferentes connotaciones que representa el vestir y el uso de la misma en ciertos escenarios y trayectos representativos de Bogotá. En ellas, según Navia, lo importante es el ser humano y su relación con la ciudad, con los otros y con los escenarios en los cuales desarrolla su vida pública.
En la sociedad de la imagen, el tan trasegado tema de la apariencia, se hace cada vez más vigente. “Yo no vivo de apariencia”, es una frase que solemos escuchar de quienes circundan a nuestro alrededor o incluso, que hace parte de nuestra retórica recurrente. Pero son la apariencia y la diplomacia, o la doble moral como dirían muchos, lo que permite a un individuo hacerse camino en la sociedad. El vestir se constituye como la primera y principal forma de aparentar. Por lo general se hace para los demás y dependiendo de la ocasión. La mayoría acuden a las compraventa por necesidad -luego de un me a culpo-, otros buscando un traje para un matrimonio, una entrevista, una fiesta, o rastreando ropa de marca para eliminar las diferencias sociales.
El periodista José Navia es en la actualidad el director de reportajes del periódico El Tiempo
Navia sostiene que estos dramas, que de una manera u otra se hacen públicos, son poco perceptibles al ojo del periodista, entrenado para mirar escándalos, novedades y coyunturas. Y consciente de esta conducta en el oficio, estuvo a punto de desechar el objeto de investigación después de una semana de observación en las compraventas en el barrio de San Luis, en el sector comercial de Chapinero, del que también hacen parte las compraventas de la plaza España. Navia define pues su trabajo como una recolección de intimidades aceptadas por los personajes, pero disimuladas cuando caminan por los senderos de lo público. Memoria oculta de lo moralmente prohibido y también del rebusque que el habitante urbano se inventa para sobrevivir y mejorar la comunicación con su entorno social.
Los elementos históricos también se hacen presentes en este trabajo. Navia rastrea la historia de las compra venta de ropa usada y la de los lugares donde estos se encuentran ubicados. Contextualiza explicando el fenómeno de migración de la clase alta hacia el norte ante el arribo al sur de toda la “mezquindad social”. Las voces que aparecen en la investigación tienen una relación directa con el mercado de ropa usada. Navia no deja ningún cabo suelto. Luego de intensos meses de investigación logra adentrarse en las vidas y dramas de diversos personajes, permitiendo así que el lector obtenga una visión no pormenorizada del mundo de la ropa usada. Esta actividad en la que tiene que ver gran cantidad de personas tiene pues carácter público suficiente, pues influye en el comportamiento y la forma de vivir de centenares de personas que a diario se encuentran por la Troncal de la Caracas, la plaza de San Victorino y la Plaza España y en el resto de la ciudad.
Navia sostiene que estos dramas, que de una manera u otra se hacen públicos, son poco perceptibles al ojo del periodista, entrenado para mirar escándalos, novedades y coyunturas. Y consciente de esta conducta en el oficio, estuvo a punto de desechar el objeto de investigación después de una semana de observación en las compraventas en el barrio de San Luis, en el sector comercial de Chapinero, del que también hacen parte las compraventas de la plaza España. Navia define pues su trabajo como una recolección de intimidades aceptadas por los personajes, pero disimuladas cuando caminan por los senderos de lo público. Memoria oculta de lo moralmente prohibido y también del rebusque que el habitante urbano se inventa para sobrevivir y mejorar la comunicación con su entorno social.
Los elementos históricos también se hacen presentes en este trabajo. Navia rastrea la historia de las compra venta de ropa usada y la de los lugares donde estos se encuentran ubicados. Contextualiza explicando el fenómeno de migración de la clase alta hacia el norte ante el arribo al sur de toda la “mezquindad social”. Las voces que aparecen en la investigación tienen una relación directa con el mercado de ropa usada. Navia no deja ningún cabo suelto. Luego de intensos meses de investigación logra adentrarse en las vidas y dramas de diversos personajes, permitiendo así que el lector obtenga una visión no pormenorizada del mundo de la ropa usada. Esta actividad en la que tiene que ver gran cantidad de personas tiene pues carácter público suficiente, pues influye en el comportamiento y la forma de vivir de centenares de personas que a diario se encuentran por la Troncal de la Caracas, la plaza de San Victorino y la Plaza España y en el resto de la ciudad.
Plaza de San Victorino, Bogotá, en los años noventa
Las voces que aparecen en el trabajo son más que suficientes. Aparecen los que tienen que ver directamente con el negocio: los caseteros, los salderos (son los que deambulan por la calle cambiando afiches o loza por ropa usada), los que arreglan la ropa, los mayoristas, los revendedores y los trabajadores de los caseteros. Aparece también la voz de muchas personas de diferentes condiciones sociales que llegan a estos sitios tratando de pasar en lo posible por inadvertido. Muchos dicen que viene por ropa para otras personas, otros por simple curiosidad, unos por necesitad, y algunos por necedad, pues son muchas las personas adineradas que parquean sus carros dos cuadras antes de las casetas y venden prendas o llevan ropa fina. Dice Navia que estos lugares parecen el sitio donde Superman sufre la metamorfosis. Entran personas sencillas y salen luciendo ropa de marca, nivelándose así socialmente.
Navia también logra en su trabajo periodístico que aparezcan en escena quienes se mueven por el sector y son clientes fieles del mercado de la ropa de segunda: porteros, vigilantes, “ñeros”, drogadicto, “gomelos”, prostitutas, bailarinas, coleccionistas, actores, músicos y mariachis, todos en busca de atuendos para sus oficios. Para los mecánicos, por ejemplo, es mucho más económico adquirir overoles en buen estado que enviar a lavar los que llevan puestos. El tema pues de compraventa de la ropa usada comparte tanto la esfera privada como la pública. Una actividad con un origen privado pero que se hace público en muchas esquinas y calles bogotanas.
“El vestido habla, dice Incola Squicciario. Pero su lenguaje es un susurro que exige afinar el oído –y la vista- para entenderlo. ¿Qué mensaje podrá enviar un uniforme?, ¿Dirá lo mismo un bikini en una playa, que en un local de luz rojiza?”. José Navia.
Las voces que aparecen en el trabajo son más que suficientes. Aparecen los que tienen que ver directamente con el negocio: los caseteros, los salderos (son los que deambulan por la calle cambiando afiches o loza por ropa usada), los que arreglan la ropa, los mayoristas, los revendedores y los trabajadores de los caseteros. Aparece también la voz de muchas personas de diferentes condiciones sociales que llegan a estos sitios tratando de pasar en lo posible por inadvertido. Muchos dicen que viene por ropa para otras personas, otros por simple curiosidad, unos por necesitad, y algunos por necedad, pues son muchas las personas adineradas que parquean sus carros dos cuadras antes de las casetas y venden prendas o llevan ropa fina. Dice Navia que estos lugares parecen el sitio donde Superman sufre la metamorfosis. Entran personas sencillas y salen luciendo ropa de marca, nivelándose así socialmente.
Navia también logra en su trabajo periodístico que aparezcan en escena quienes se mueven por el sector y son clientes fieles del mercado de la ropa de segunda: porteros, vigilantes, “ñeros”, drogadicto, “gomelos”, prostitutas, bailarinas, coleccionistas, actores, músicos y mariachis, todos en busca de atuendos para sus oficios. Para los mecánicos, por ejemplo, es mucho más económico adquirir overoles en buen estado que enviar a lavar los que llevan puestos. El tema pues de compraventa de la ropa usada comparte tanto la esfera privada como la pública. Una actividad con un origen privado pero que se hace público en muchas esquinas y calles bogotanas.
“El vestido habla, dice Incola Squicciario. Pero su lenguaje es un susurro que exige afinar el oído –y la vista- para entenderlo. ¿Qué mensaje podrá enviar un uniforme?, ¿Dirá lo mismo un bikini en una playa, que en un local de luz rojiza?”. José Navia.
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