Oscar Andrés Sánchez A.
Opinión
Los detalles son índices narrativos necesarios y transcendentes a la hora de escribir no sólo literatura, sino periodismo memorable y perdurable. Esto queda claro luego de leer Periodismo y estética de William Ospina, el autor de Ursúa, una bella y pulcra narración sobre la colonización de América por parte de los españoles, en la que los pormenores enriquecen y recrean un pasado que se hace cercano y visible. En este texto hay una fuerte crítica al ejercicio del periodista, que se preocupa más por los datos que por el criterio, produciendo que cada vez pertenezcamos cada vez más a la actualidad y menos a la historia.
Willian Ospina, uno de los escritores contemporáneos colombianos más leído
Lo imperecedero de una historia no son sólo los datos pintorescos y asombrosos; los son aún más los datos diáfanos y reveladores, que aunque parecen triviales, ayudan a dar coherencia y cohesión a la narración, a nutrirla de significación y estimular la reflexión. William pone como ejemplo la descripción de las rejas de cobre hechas por Edward Gibbson en La declinación y caída del Imperio Romano, que impiden el tránsito de escorpiones. Este detalle que podría parecer baladí al lado del pomposo palacio de Amílcar, sugiere algo crucial en la historia: la convivencia de lo inhóspito y lo majestuoso.
Ospina deja clara, sin desmeritar la primera, la diferencia entre el periodismo de diario y la capacidad de creación e interpretación del oficio, llamada periodismo narrativo y aboga por la dignidad del periodismo. Dice además que, los meros reseñadores de anécdotas, podrán llegar a ser grandes reporteros o jefes de redacción, “pero no son jamás otra cosa” y que quienes bajo el parámetro de la objetividad utilizan escueto, sobrio y desapasionado, son los en mayor medida mutilan la realidad que se jactan plasmar. El periodista no escribe para el olvido, sino para perdurar en las mentes y la historia, para esto se requiere, de acuerdo con Ospina de: belleza, significación, singularidad y gracia.
Opinión
Los detalles son índices narrativos necesarios y transcendentes a la hora de escribir no sólo literatura, sino periodismo memorable y perdurable. Esto queda claro luego de leer Periodismo y estética de William Ospina, el autor de Ursúa, una bella y pulcra narración sobre la colonización de América por parte de los españoles, en la que los pormenores enriquecen y recrean un pasado que se hace cercano y visible. En este texto hay una fuerte crítica al ejercicio del periodista, que se preocupa más por los datos que por el criterio, produciendo que cada vez pertenezcamos cada vez más a la actualidad y menos a la historia.
Willian Ospina, uno de los escritores contemporáneos colombianos más leído
Lo imperecedero de una historia no son sólo los datos pintorescos y asombrosos; los son aún más los datos diáfanos y reveladores, que aunque parecen triviales, ayudan a dar coherencia y cohesión a la narración, a nutrirla de significación y estimular la reflexión. William pone como ejemplo la descripción de las rejas de cobre hechas por Edward Gibbson en La declinación y caída del Imperio Romano, que impiden el tránsito de escorpiones. Este detalle que podría parecer baladí al lado del pomposo palacio de Amílcar, sugiere algo crucial en la historia: la convivencia de lo inhóspito y lo majestuoso.
Ospina deja clara, sin desmeritar la primera, la diferencia entre el periodismo de diario y la capacidad de creación e interpretación del oficio, llamada periodismo narrativo y aboga por la dignidad del periodismo. Dice además que, los meros reseñadores de anécdotas, podrán llegar a ser grandes reporteros o jefes de redacción, “pero no son jamás otra cosa” y que quienes bajo el parámetro de la objetividad utilizan escueto, sobrio y desapasionado, son los en mayor medida mutilan la realidad que se jactan plasmar. El periodista no escribe para el olvido, sino para perdurar en las mentes y la historia, para esto se requiere, de acuerdo con Ospina de: belleza, significación, singularidad y gracia.
El profesor Juan José Hoyos, maestro de maestros de periodismo de la Universidad de Antioquia
La premura del tiempo impide a veces que hagan trabajos memorables. Es un reto para el periodista de hoy, un sujeto inmerso en la sociedad de la información, reflexionar, caminar y observar calidamente, “pacienciar”, como diría el maestro Juan José Hoyos. Pero no puede olvidar que es constructor de memoria colectiva, y que contrario al historiados, va consignando, casi de inmediato, páginas para la historia (así debería ser), pues se sustrae de la guerra, como el luchador nórdico, para perpetrar en la memoria, la civilización de los pueblos.
La premura del tiempo impide a veces que hagan trabajos memorables. Es un reto para el periodista de hoy, un sujeto inmerso en la sociedad de la información, reflexionar, caminar y observar calidamente, “pacienciar”, como diría el maestro Juan José Hoyos. Pero no puede olvidar que es constructor de memoria colectiva, y que contrario al historiados, va consignando, casi de inmediato, páginas para la historia (así debería ser), pues se sustrae de la guerra, como el luchador nórdico, para perpetrar en la memoria, la civilización de los pueblos.
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