jueves, 22 de enero de 2009

PIADOSO MIÉRCOLES

Oscar Andrés Sánchez A.
Julio de 2008

Son las 4:00 de la mañana. Es miércoles, Medellín duerme y se respira aire frío en el centro de la ciudad. Un taxi vacio cruza despacio la calle. Johana inicia la fila que horas más tarde tendrá otras 400 personas y bordeará las canchas de la Plaza Minorista. Caminó una hora desde el sector de Robledo-diamante. Su soledad termina con el arribo de una familia chocoana. “Madrugamos para que nos den más y mejor”, dice uno de ellos. El día despunta y los miembros de la Red Cívica Pro-donaciones Plaza Minorista se disponen a iniciar la jornada.

El miércoles es el día de quienes viven de la caridad de los comerciantes. La tradición viene desde El Pedrero, antigua plaza de mercado de Guayaquil, inaugurada en 1894 y principal abastecimiento de alimentos de la ciudad hasta la década del 70. “Los miércoles era el día más congestionado. Llegaban muchas personas a pedir y ninguno se iba con las manos vacías”, recuerda Horacio Álvarez, vicepresidente de Coomerca y comerciante desde hace 50 años.

Del Pedrero a la Minorista

Los comerciantes del Pedrero fueron reubicados en 1984 en la nueva Plaza Minorista y con ellos la tradición de “el miércoles de la caridad”. Para Horacio, los que “piden solidaridad” son víctimas de la desigualdad social: “Ellos vienen aquí porque somos solidarios, -la mayoría de nosotros procedemos de estratos bajos-, y no porque haya mucha comida, en los Éxito hay toneladas…”. Según el Ministerio de Agricultura, la Plaza recibe cerca de 15 mil toneladas mensuales y es la cuarta en el país en recepción de alimentos.

Hace dos siglos, el gobernador de la Provincia de Antioquia, Francisco Ayala, decretó que sólo el viernes se podía pedir y con la respectiva matrícula de pordiosero que se obtenía ante el alcalde. El historiador Juan Carlos Jurado, en el texto Vagos, pobre y mendigo (1750 – 1850), cita a un ciudadano de la época: “Quien creyera que en Medellín, un lugar pequeño, había de alimentar en su seno más de doscientos pordioseros. Ellos por todas partes nos (…) importunan y nos hacen faltar a unos de los más augustos preceptos de nuestra religión”.

Hoy, los datos sobre la cantidad de personas que piden en las calles de Medellín son poco fiables; pero éstas son cada vez más visibles. Todos los días, hasta los domingos, salen con sus costales y bolsas; pero el miércoles, llamado así por los romanos en honor a Mercurio, -mensajero de los dioses y dios de los mercaderes-, es el día de quienes subsisten gracias a la solidaridad y compromiso social de los pequeños comerciantes, de manera especial, los de la Plaza Minorista.

Un largo día

Johana lleva seis horas en la fila. Apoya su cuerpo sobre la malla de la cancha de micro de la Minorista. Detrás de ellas hay más de 300 personas esperando que empiecen a distribuir los comestibles. Unos cubren sus rostros con sus costales y algunas señoras abren sus coloridos paraguas para contener el sol inclemente. “Cuídeme el puesto, voy al baño”, le dice una señora a otra. Algunos intercambian palabras con sus vecinos de fila o miran el partido de los carretilleros de la Plaza, que apuestan lo que ganaron entre las 4 y 9 de la mañana.

John Atehortua, vocero de la Corporación Futuro Plaza, -integrada por jóvenes resocializados-, con radio en mano, coordina la actividad. Lo guarda por momentos en uno de sus bolsillos y ayuda a organizar los alimentos que los jóvenes han recogido en carretas dentro de la Plaza. Las mujeres se encargan de seleccionar las donaciones. El 90% por ciento del grupo han sido capacitados por el Sena en manipulación de alimentos. A las 11 de la mañana inicia la entrega de los fichos. Alguien intenta “colarse” en la fila, pero los demás lo impiden.

La donación organizada inició a principios de 2000. Antes, los alimentos se recogían y distribuían dentro de la Plaza, pero desde hace 3 años se entregan en la canchal contigua a la Plaza. “Los clientes manifestaban incomodidad por la falta de movilidad, muchos preferían no venir los miércoles. Pensando en la presentación de la Plaza y con el fin de hacer una distribución más equitativa, decidimos organizarla afuera. Cada miércoles aumenta la gente, esto es un termómetro real de pobreza”. Asevera Horacio, vicepresidente de Coomerca.

En el pasado también hubo un momento en el que la solidaridad se empezó a organizar. Según el historiador Jurado, durante los siglos XVIII y XIX, la caridad, que hasta entonces se apoyaba en sentimientos de piedad individual, se tornó metódica a través de las cofradías. El Estado también se encargó de instituciones de beneficencia, entendiendo ésta como una virtud secular apoyada “en el pragmatismo de la limosna selectiva y útil”.

Pedir dentro o esperar afuera


Algunas personas piden dentro de la Plaza y luego salen también a recibir la ayuda entregada por el Comité pro-donaciones.

Es medio día y hay aproximadamente 400 personas en la fila, la mayoría proveniente de barrios periféricos de la ciudad. Una desgarbada adolescente pasa cada media hora revisando los fichos. Los jóvenes traen la última carreta con alimentos; La fila se desorganiza un poco, todos quieren observar las raciones. John los llama al orden: “colaboren, organicen de nuevo la fila o no vamos a poder”. Entre los alimentos sobresale un montículo de metro y medio de papayuelas verdes. “No se preocupen que papaya hay para todos”, exclama una señora que capitanea la fila.

Algunas personas prefieren pedir dentro de la Plaza porque consideran que les va mejor, y aunque saben que no deben, salen y reciben las ayudas de la cancha. Lucelly es una de ellas, viene todos los miércoles desde Llanadas la Torre: “Cuando llegué de Dabeiba trabajaba en casas de familia, pero como eso se acabó, me dediqué a reciclar y a pedir. Los tenderos saben uno a que va, pero no falta el que dice “a la orden, o, trabaje, y yo contesto: Déme o consígamelo… Y con mucho gusto”.

Continúa Lucelly: “Los lunes iba a Bello, pero no volví por falta de pasajes; a veces voy a Villatina; Los martes y los viernes reciclo, el día más malo me hago 6, y los mejorcitos, hasta 20 mil; Algunos sábados voy a Tejelo, allá dan monedas; los miércoles vengo aquí desde hace tres años, siempre que tenga el pasaje. Me contaron que aquí daban mucho… no me puedo quejar, mire como llevo el costal. Me alcanza para comer con mi hijo de 10 años toda la semana”.

Lucelly sale de su casa a las 6:30, coge la ruta 091 y llega a La Minorista antes de las 8 de la mañana. Circula por los corredores de la Plaza sin molestar a ninguno de los clientes, deja su costal en un negocio donde la conocen, y allí va depositando lo que le regalan. Al inicio de la tarde se dirige a la cancha y le proporcionan huesos y frutas; su saco esta rebozado, le hace un nudo, lo sube con dificultad a sus hombros y sale por la puerta principal a la bahía de buses.

Según la Veeduría del Plan de Desarrollo de Medellín, hay 6.913 personas habitando las calles de la ciudad. De ellas, el 50% encuentra su sustento a través de la mendicidad, las ventas o la prostitución, los demás se dedican a labores de reciclaje y oficios varios. Las dos terceras partes tienen entre 15 y 44 años; los menores de 12 años representan el 3% y los mayores de 50 años, el 15%; el 3.2% presenta discapacidad física o mental.

Pobre o “mantenido”

De acuerdo con John Atehortua, joven re-socializado y hoy coordinador del Red Cívica Pre-donaciones Plaza Minorista, algunas personas piden sin necesidad, pero su deber es ser solidario con todo el que se acerca a la fila: “Aquí hay mucho vivo, como en toda parte, piden varias veces y lo que recibe lo venden a otras personas, o en una tienda, y no llevan nada a sus hogares, sólo vienen a reparar y a decir que nosotros nos quedamos con lo mejor”.

Esa misma disyuntiva se presentó en Antioquia durante la Colonia y la Provincia. El gobernador Cayetano Buelta (1776-1782) diferenció entre vagabundos, obligados a pagar servicio militar o a trabajar en obras públicas, y los verdaderos pobres, “merecedores de limosna”. Los que daban limosnas a “ociosos”, eran multados, y los vagos y delincuentes, castigados. La ley también contemplaba que no daría licencia a quienes tuvieran familia con capacidad de sostenerlos.

Al comenzar la tarde llegan dos miembros de Creciendo con Futuro, del barrio 12 de octubre. Ésta corporación lleva un año atendiendo niños, ancianos y madres cabeza de hogar. La entrega ha iniciado y la fila empieza a moverse. Uno a uno van pasando al lado de las canastas donde reposan los alimentos, abren sus bolsas y costales y agradecen. Algunos retornan a la fila, hasta que los víveres escasean. La actividad se extiende hasta las 4 de la tarde.

“En parte le alcahueteamos al Estado, pues es su deber garantizar el bienestar de la población. Los comerciantes somos conscientes de que debemos regalar cosas buenas, para lo malo están las canecas de la basura. La Plaza le dio la oportunidad de trabajar a los jóvenes que antes delinquían aquí; hoy algunos de ellos organizan las ayudas para los necesitados. La Plaza no sólo beneficia las familias de sus diez mil trabajadores directos e indirectos, genera además, valores como la solidaridad”. Sostiene Horacio, vicepresidente de Coomerca.

Los niños y la mendicidad

Desde 1826, a través del decreto reglamentario del servicio de Policía de Medellín, se pusieron en vigencia políticas coloniales del control de la caridad. El mendigo que estuviera sin patente, sería llevado ante el alcalde y no se le permitían niños, ni siquiera lazarillos. Según cifras de la Alcaldía, hoy en las calles de Medellín 3430 niños piden limosna, y lo que reciben, pasa a manos de sus “tutores”. En Latinoamérica cuatro millones de niños se dedican a la mendicidad de acuerdo con la Unicef.

Para John Atehortua, las ayudas no se le debe negar rotundamente a los niños: “Cuando un niño llega a hacer la fila, me toca sacarlo por ley. Algunos me colaboran, voluntarios, y se les da algo para que lleven a sus casas. Los niños no deber ser explotados; pero hay casos en los que hay que ayudarles”. Hace una pausa, levanta la mirada y señala: “Ese que está allá organizando las sandías, es huérfano de padre, tiene varios hermanitos y su mamá está postrada en una cama. Su familia necesita esta ayuda”.


-Fotografías: Internet

No hay comentarios: