miércoles, 14 de enero de 2009

MANUEL SALDARRIAGA: FOTOGRAFIANDO LA VIDA

Oscar Andrés Sánchez A.
Perfil

“La fotografía inmortaliza en un segundo un momento cotidiano. A través de ella se puede evidenciar tristeza, alegría, riqueza, pobreza, ira o dolor” De esta manera, define Manuel Saldarriaga, reportero gráfico de El Colombiano, la esencia de una actividad que nunca eligió y que desempeña desde hace 16 años. Ha sido ganador del Simón Bolívar, Fotografía Colprensa, CPB, Niños de mi Tierra, entre otros.


Fotografía de Manuel Saldarriaga

Manuel camina diariamente observando y haciendo registros de la ciudad. Cuando tiene la oportunidad se desplaza a otros zonas del país en busca de historias. Donde quiera que se encuentre lleva consigo un maletín con una cámara D220, un angular de 1735 y un teleobjetivo de 70210. No tiene temas específicos; por su lente han pasado los más diversos temas, desde los horrores del conflicto, hasta las glorias del deporte. “Me han dicho varios colegas que soy un foto reportero versátil. Eso, creo, hace parte de mi estilo”. Dice Saldarriaga.

Las lomas del Barrio Santa Cruz lo vieron crecer. Su familia, con sacrificio, le ayudó para que terminara el bachillerato. Luego vino una época difícil. Se presentó a la Fuerza Aérea, pero no fue aceptado. Lo único ahora era trabajar para alivianar la carga a sus padres y contribuir un poco con el resto de hermanos, todos menores. “Antes de iniciar con el periódico El Mundo, lavaba carros, hacía mandados y en las temporadas trabajaba en el Éxito. Fue una época difícil, pero que me enseñó a ser perseverante”.

“Yo no escogí la profesión, fue ella la que me escogió a mí. Nunca me había interesado por tomar una fotografía, en mi casa nunca hubo una cámara. En 1989, una tía me dijo que presentará una hoja de vida a El Mundo, que había una vacante. Imaginé que era para repartir periódicos, pero me llenaba de satisfacción saber que iba a pertenecer a una empresa, que iba a tener prestaciones sociales. Tuve una entrevista con Jairo León García, jefe de redacción. Sólo me pregunto por mi edad y el colegio donde había egresado. Espere llamada, me dijo al terminar”.

“A los días me llamaron. Firme un contrato sin saber en que me iba a desempeñar. Luego me di cuenta que trabajaría como laboratorista, no imaginaba un laboratorio en un periódico, para qué. Ese fue mi primer contacto con la fotografía. Aprendí a revelar fotos en blanco y negro, a color, diapositivas y a recibir fotos internacionales. Era un trabajo de mucha responsabilidad, pues fácilmente se podía arruinar el trabajo de los compañeros. En dos años había revelado miles de fotografías y no había tomado ni una en la vida. Pero el día se llegó…”


Fotografía de Manuel Saldarriaga

A mediados de 1991, llegó a las instalaciones del periódico un técnico de fútbol de divisiones menores. En sala de redacción le hicieron la entrevista, pero no había reporteros para el registro. Una de las secretarias se acercó a Manuel y le pidió el favor de hacer las fotografías. “Al principio dije que no, que yo nunca había tomado una foto y que no quería hacer algo malo. La secretaria insistió que era mejor tener algo que nada… Cogí la máquina de un compañero, -monte por primera vez un rollo-, y me dirigí a hacer las fotografías. Unos instantes después me hallaba revelando mi primer rollo, mi propio material”.

Continúa Manuel: “Al día siguiente publicaron una de esas fotografías y me dieron el crédito. Yo veía mi nombre y no lo creía; la mostré por todo Santa Cruz. Decía: miren, ese Manuel Saldarriaga, ese soy yo. Ese fue el gran impulso de mi carrera. Ahora terminaba mi labor y salía con los compañeros, grandes profesionales y maestros, Henry Agudelo, Donaldo Zuluaga, y practicaba con ellos.

Nuestro personaje ahorró y adquirió una cámara sencilla para practicar en los ratos libres. Suplir reporteros se convirtió en su segundo oficio. Un sábado de 1992, el destino le jugó otra buena pasada. Se presentó un desalojo en el sector de La Iguana y como no había fotógrafos, el jefe de redacción le encomendó esta faena. “Lo primero que hice fue registrar la retroexcavadora, luego me dedique retratar el drama humano. Hice una fotografía de una señora con cuatro niños llorando y arrastrando un colchón. Al día siguiente, domingo, salió en primera página. La presenté al concurso del CPB y ganó.

El galardón catapultó a Manuel a la reportería gráfica. El ascenso no se hizo esperar. Al año siguiente recibió una propuesta de El Tiempo, Bogotá, y trabajó allí dos años. Recuerda que salió de El Mundo a las 7 de la noche, y al día siguiente, en la tarde, estaba tomando unas fotografías en otra ciudad, otra cultura, para otro periódico, con otro equipo fotográfico y con compañeros diferentes.

El fallecimiento de su padre lo obligó a retornar a Medellín, la ciudad con la que siempre soñaba. Era el mayor y tenía la misión de “orientar a su familia”. Justo en esa época El Colombiano buscaba un reportero gráfico, Manuel era el indicado. “La política del El Colombiano era y es recibir egresados de universidades, pero ellos conocían y valoran mi trabajo. Además, creo que la universidad del fotógrafo y el periodista es la calle. Lo clave en este oficio es la sensibilidad que permite registrar lo que siente la gente, y eso no lo enseñan en ninguna parte. Si se siente pasión, fácilmente se pueden captar las historias y los mejores ángulos”, sostiene Saldarriaga.

Manuel prepara dos de sus últimos trabajos para presentarlos a los premios Simón Bolívar. Se fija en que la publicación que tiene que enviar de prensa no este muy contrastada. “Los reportajes los algo con alma y corazón, sin embargo, he perdido la cuenta de los trabajos que hecho. Claro que hay unos más especiales que lo marcan a uno y que nunca se olvidan. Por ejemplo, el de las parteras de Buenaventura. Yo viaje a esa zona fue a cubrir conflicto; pero aproveché para hacer esas fotografías. Me tocó ser paciente y esperar a que a unas mujeres en cinta les llegara la hora”.


Manuel Saldarriaga exhibiendo sus fotografías a los Embera

“La exposición que hice este año en la comunidad Embera, en el río Opogadó, Chocó, con las fotografías que les tomé hace 3 años, cuando me atacaron dos paludismos que casi me matan, me llenó de satisfacción. Casi 300 indígenas pudieron reconocer a muchos de los suyos, reírse y llorar. Lo digo modestamente, este fue un hecho sin precedentes en el país”. Saldarriaga trata siempre de contar historias y logra en sus trabajos que las imágenes no necesiten de palabras. Siempre toma entre 50 y 100 fotografías y luego se sienta a hacer la edición, en el cual usa como criterios básicos los ángulos, el enfoque, el contraste, la composición y la luminosidad.

Manuel ha estado con su cámara en medio del conflicto. Dice que es de la única forma que se pone el chaleco de prensa de El Colombiano, pues considera que estos distintivos alejan un poco a la gente o los hace fingir comportamientos. Considera además, que se debe de hacer registro de todas las situaciones, por más conmovedoras y dolorosas que sean. “Los periodistas y reporteros gráficos tenemos el deber de retratar la realidad tal cual, pues somos los historiadores del presente”.

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