jueves, 15 de enero de 2009

PAÍS DE INFLUENCIAS

Oscar Andrés Sánchez A.
Agosto de 2008

El presidente Uribe descubrió, a medias y rodeado de su rebaño, que el agua mojaba. Revivió en la agenda pública y noticiosa el neologismo roscograma que, según El Tiempo, utilizó por vez primera su unidad investigativa hace 25 años para dar a conocer el tráfico de influencias en el departamento de Caldas.



Colombia no es sólo el país del Sagrado Corazón, lo es también de las roscas, de las que tampoco escapa el sector privado. Aunque con excepciones, difícilmente alguien pueda alcanzar la cúspide, o al menos avistarla, si carece del apoyo, recomendación, complacencia, empuje, palanca, ayuda, de alguien o algo.

La rosca no es vista por el grueso poblacional como algo indebido, delictivo o dañino, hace parte de la cotidianidad, pues hasta para entrar a un infante a determinado jardín o escuela se hace necesaria. Y esto por la sencilla razón de que para todos no hay, por la tanto son escogidos quienes están cobijados de nacimiento por aurora róstica.

O ¿es que quién no quiere favorecer a los suyos, a sus conocidos, familiares o amigos? Lo anómalos reside en que es acosta de los sagrados dineros públicos que contribuimos todos los ciudadanos de buena fe. Es decir, todos, en mayor o menor proporción, aportamos al sostenimiento de la burocracia, al clientelismo y las extensiones non santas de los tentáculos del poder.

La historia política del país, dicho por historiadores criollos como Marco Palacio, y extranjeros como David Bushnell, ha sido protagonizada por un grupo de familias que han extendido su hegemonía regional por todo el país. Aunque el presidente Uribe no tiene una antecesor político, su familia hace décadas es de las más grandes propietarias de tierra en Antioquia.

Anotemos algunos ejemplos cercanos: El ex presidente Andrés Pastrana pasó su adolescencia en la Casa de Nariño, cuando su padre Misael Pastrana era presidente (1970-74). El ex ministro del interior y de justicia es descendiente de Jorge Holguín Mallarino, quién fuera presidente encargado (1921-1922) cuando Marco Fidel Suárez abdicó.

El actual alcalde de Bogotá es nieto del difunto dictador, Gustavo Rojas Pinilla (1954-57); el actual Vicepresidente y el Ministro de la Defensa, hace parte de la familia que hace casi 100 años orienta la opinión pública nacional y que también han tenido presidente (Eduardo Santos - 1938-42). El presidenciable Germán Vargas Lleras, es pariente de los ex presidentes Carlos Lleras (1966-1970) y Alberto Lleras (1959-1962). Dejemos por ahí.

Ahora bien, si hiciéramos, este ejercicio a nivel local, alcaldías e instituciones, o a nivel departamental, encontraríamos un gran “roscograma” cuadrado perfecto. Hasta el barrendero del más humilde municipio, es recomendado, sea por un edil o por algún líder político o comunitario… es nuestra cultura, nuestra identidad y nuestro país; no quiero decir que sea lo ideal.

En el contexto nacional, el tráfico de influencias aparece como un aliciente más de la pugna entre el ejecutivo y el legislativo que tanto ha deteriorado la imagen institucional del país. La Carta Política del 91 no fue clara al establecer restricciones nepotistas en las diferentes instancias de las ramas del poder público y es evidente la concentración de amplias competencias en el rol presidencial, lo que no exime a las demás ramas de estar permeadas por estas prácticas.

El problema no es saber en cual rama del poder público se maneja más nepotismo o más clientelismo, o en cual se comete más el delito del tráfico de influencias o fugas a ley; lo importante es que se mantenga el equilibrio entre los poderes e iguales condiciones en el tema de inhabilidades e incompatibilidades. Si existen, que sean proporcionales; si se reglamentan o eliminan, que convoque a todas las instancias del poder. Esta autoflagelación es remota e inverosímil.

No hay comentarios: